La naturaleza ha sido y sigue siendo la fuente inagotable de sabiduría e inspiración para la mayoría de genios de la historia de la humanidad.
Uno de ellos fue Gaudí, el arquitecto que transformó la ciudad de Barcelona en una joya gracias a sus creaciones que siguen sorprendiendo a los miles de arquitectos de todo el mundo que las visitan y alucinan al comprobar sus métodos de construcción tan innovadores en su época (1852-1926) como en la actualidad.
Él observaba el crecimiento espiral de los tallos de las plantas, la estructura que permite a los troncos de los árboles sostener todo su peso, las simetrías en los caparazones de tortugas y pieles de animales, el movimiento de los girasoles… e imitó sus dinámicas, sus formas y sistemas en la construcción de sus obras arquitectónicas.
Y es que la naturaleza es más sabia que el raciocinio de los humanos, ¿no crees?
Ella siempre busca la forma más sostenible (y nosotros ahora empezamos a darnos cuenta de la importancia de la sostenibilidad! jajaja ) de crecer, expandirse, decaer, transformarse, hacer nacer…
En la naturaleza no hay residuos, no hay piezas que deban ser cambiadas por nuevas desechando las antiguas, no hay consumo de energía innecesario. Ella conduce todos los procesos con coherencia, sinuosidad y aprovechando de forma exquisita los recursos.
Probablemente Gaudí observaba la vida, seguramente sin saberlo, de una forma similar a los antiguos maestros orientales, intentando entrar en esa comunicación profunda con la naturaleza que nos permite percibir algún atisbo de su sabiduría natural, innata y vital, la misma que de algún modo reside también en nuestro interior, como seres de la naturaleza que también somos.
Toda la metafísica oriental, incluido el Feng Shui, por supuesto, se basa en las formas y procesos observados en los entornos naturales, tanto en la Tierra observando plantas, árboles, animales, el paso de las estaciones, los ríos y las montañas, como en el Cielo mediante observaciones astronómicas y astrológicas, con el objetivo de proyectar diseños artificiales, que son nuestras construcciones, en forma similar a como lo hace la naturaleza, creando flujos, elementos de atracción, dinamismo y potenciación de las energías naturales que circulan por el planeta vibrando en órdenes de salud, alegría, creatividad, crecimiento, expansión… y en general todo lo que vibra en orden de vida.
Si tienes unas plantitas en casa, un pequeño jardín o vives cerca de un bosque, no pierdas la oportunidad de embelesarte observando plantas, animales, bichitos, el calor del Sol o la luz de la Luna.
Es una maravillosa forma de meditar en el intento de captar algún atisbo de esa sabiduría natural que nos abraza, nos nutre y forma parte intrínseca de nuestro ser.